Parte 5
Omar Merodio:
El día del Inty Raymi, pasamos por la querida Escuela nº 40 y si bien los chicos ya habían partido hacia el Londres, para el acto en la Plaza, charlamos con la Portera y con Ángel, un jóven estudiante que se desempeñaba entusiastamente ayudando a Leticia, una profesora de Folklore y Quechua.
Nuestra idea era invitar a los niños a participar -como todos los años- del festejo, con el agregado de algunas actividades especialmente dirigidas a ellos. Ángel nos aseguró que en la plaza transmitiría nuestro mensaje a los chicos, y que vendría acompañado para estar presente durante la noche.
Combinamos con ellos para que se acercaran al campamento a buscar las bolsas con ropa y útiles que habíamos transportado, tras lo cual emprendimos el regreso al campamento.
Enorme fue nuestra alegría al encontrarnos con Marcelo, quien acababa de llegar hacía minutos, junto con El Negro, un gran amigo suyo de Mar del Plata. Hicimos nuestros preparativos y partimos temprano hacia el Centro Ceremonial del Shinkal.
Lo primero que hicimos fue pasar a saludar a Don Manuel, Rosa y su entrañable familia. Como todos los años, verdaderamente, no tenemos palabras para agradecerles la hospitalidad con la que nos reciben. Son un gran ejemplo de la humildad y la sencillez para nosotros.
Luego caminamos hasta el pie de la Plataforma Occidental de Altura, el mismo lugar que habíamos elegido el año pasado para pasar la noche.
El Sol estaba ya casi por ocultarse tras las montañas, y todavía nadie había llegado. Aprovechamos para subir a la plataforma occidental, para recibir los últimos rayos de Tata Inty. Desde allí pudimos ver que comenzaba a llegar gran cantidad de gente. Justo a tiempo!
Además de numerosos lugareños, Ángel había llegado con unos cuantos niños y niñas, muchos de los cuales habían estado años anteriores.
Para ellos, además de una charla apropiada, realizamos una Corpachada, una ofrenda para la Pacha Mama. Era una deuda que teníamos con ellos, dado que no todos pueden quedarse a pasar la noche entera, y sin embargo regresan con todo su entusiasmo al amanecer para recibir el Sol… Habíamos decidido dedicarles algunas actividades durante el atardecer para que se sientan más partícipes.
Nos emocionamos mucho viendo sus caritas, y mucho más aún cuando aparecieron las Ñustas, las damitas que el año pasado nos habían preguntado regresaríamos este año.
Parte 6
Y la noche cayó
Xuan Pablo Gonzales:
Caía la noche y allí estábamos niños y jóvenes indyos, mestizos, y criollos, y también algunos abuelos del lugar, iniciando la ceremonia, en círculo, y haciendo una nueva ofrenda, más grande esta vez.
En un momento nos separamos, los hombres por un lado, y las mujeres por otro. No sé que hicieron las mujeres, pero los hombres avanzábamos en fila indya, en silencio, en la noche oscurísima y estrellada por entre las ruinas del Shinkal, corazón de la rebelión indya en esta tierra nuestra.
Cuando pasamos por la kallanka, apenas atravesar esa puerta a cielo abierto todos después coincidimos en la entrada a algo mágiko, y escuchamos voces y sentimos sombras y presencias antiguas, custodiándonos.
Ibamos a pedirles permiso a los sinchis, antiguos guerreros del lugar, que bien nos recibían.
En un momento nos sentamos, y hablamos un poco, entre las pirkas, entre las piedras. Uno de los lugareños, que estaba más borracho que una damajuana, hizo catarsis y rompió a llorar, lamentando la muerte de su madre, lamentando que su mujer lo hubiera abandonado.
El Sinchi Wasi y lo sagrado
Omar Merodio:
Debemos hacer especial mención a este lugareño, C., quien tanto nos enseñó esa noche, tal vez uno de los que mejor captó el sentido del Inty Raymi.
Apareció durante la tarde e intercambió palabras con prácticamente todos nosotros. Podíamos ver que se había excedido con la bebida, pese a lo cual fue respetuoso en todo momento.
En una de nuestras conversaciones, le comenté acerca de la Corpachada, la ofrenda a la Pacha Mama que habíamos realizado un rato antes junto a los pequeños del lugar, y que nuevamente realizaríamos antes del amanecer. Preguntó si podía traer algunas cosas para ofrendar, a lo que respondí afirmativamente, con alegría.
Partió hacia su casa, y al caer la noche regresó con cuatro calabazas de su propia huerta para ofrendar, y dos vinos pateros, uno de ellos también para la Pacha Mama! (el otro, por cierto, era una delicia).
A lo largo de la noche, pidió algunas veces la palabra, y aunque para algunos una reacción esponténea ante su «machada» entonación fue la risa, otros tomamos conciencia de la sencillez y sabiduría que encerraban sus palabras, o bien del enorme misterio y la búsqueda de respuesta a las preguntas eternas, como la que pronunció: «¿qué es la vida?»…
En el Sinchi Huasi, los hombres nos reunimos para realizar nuestras tareas… Y en el momento de realizar nuestros pedidos, pedimos a los Sinchis que se levanten por esa noche, y nos protejan así como al lugar. Cada uno expresó en voz alta su pedido para los Sinchis.
Cuando llegó el turno de C., me sorprendió, en principio, que se dirigiera a «Dios y a la Virgen» para pedir que su madre y esposa vuelvan a estar con él, justamente por haber sido aquél lugar escenario de duros y sangrientos enfrentamientos entre quienes protegían su tradición, sus familias, su tierra y su existencia, y quienes vinieron a imponer tantas cosas, entre ellas su Dios…
Sin embargo, en aquel momento comprendí lo que hasta ese entonces no había logrado comprender… no hay rivalidades… si de hecho varios de nuestros icaros (cantos sagrados) también mencionan o invocan a Jesucristo, o la Virgen, es porque lo importante es el concepto de Lo Sagrado, más allá de cómo se lo represente cada cultura.
Para nosotros, hay una diferencia bastante grande entre lo sagrado y lo religioso (que daría para una nota entera), pero baste con decir que lo Sagrado es algo que sentimos no como algo que uno experimente solamente en un templo, sino como la creación toda, los cuatro elementos, la vivencia de lo sagrado en el día a día, la comunión con todos los seres… vivos o inorgánicos.
En aquel momento C. muy bien había captado aquella esencia y se dirigía, no a lo Dogmático, sino a lo que para él era el referente de lo Sagrado. Y eso me pareció sumamente importante y esclarecedor.
Aunque no terminen de agradarme los sincretismos y una parte mía todavía desee que nunca se hubiera perturbado la existencia de los pueblos originarios, debo hoy comprender y aceptar que mientras las tradiciones perduren, así como el concepto de lo sagrado… el sincretismo es simplemente una parte inevitable del proceso…
Más allá de estas reflexiones sobre el sincretismo, ante el pedido de esta persona de que su difunta madre vuelva a estar con él, pensé para mis adentros que siempre hacemos fuerza para que los pedidos de las distintas personas puedan concretarse. Sin embargo, en aquél momento, reflexione acerca de la imposibilidad de aquél pedido… qué extraña sensación aquella de no poder «hacer fuerza» por algo tan radical como traer a la vida a alguien que ya se retiró de este mundo…
Suele ser gratificante saber que la fuerza invertida en el pedido de alguna persona ha dado sus frutos. Nos alegramos cuando nos cuentan que sus pedidos han podido concretados. Sin embargo, el pedido de C. estaba claramente más allá de cualquier fuerza que pudieramos hacer, o buena intención que pudieramos tener…*
Xuan Pablo Gonzales:
Agradecimos, guiados por los niños indyos, por esa noche, y volvimos junto al fuego, junto a las mujeres, como una vieja tribu, que se completaba. Cantamos, guitarreamos y tamboreamos por horas.
M. el músico que me había cruzado el día anterior, apareció paseando en la oscuridad tocando la quena, como un duende del lugar, y cantó su himno-canción, para el Pedro, para el Shinkal, para el Viento, la Luna y el Sol.
Después algunos nos separamos, por turnos, y entre las ruinas bebimos el té sagrado de la Pachamama.
Volvimos al fuego, a la tribu, y seguimos musikeando, hasta que comencé a sudar y sudar, y como era el momento de alejarse volví a la kallanka, y en el cielo estrellado cruzado de estrellas fugaces, ví una chakana kolorida hecha wiphala, cruzandina de arcoiris escalonados, puente puente.
Después de un rato largo ahí bajo el cielo inmenso, volví a la tribu, al fuego.
Omar Merodio:
Las voces del lugar
Fue un gusto muy grande tenerlo presente a Walter, el secretario de Cultura, junto a su esposa y su madre. Walter nos ha dado una importante mano todos los años, entre otras cosas, con la difusión y la leña que utilizamos para alimentar alpalabra durante la fría noche del IntiRaymi.
Tuvimos oportunidad de intecambiar algunas palabras sobre el sentido de aquellos encuentros, de lo antiguo, y de la importancia de ese centro ceremonial para acudir -en soledad- a buscar consejo.
A medida que la noche fue avanzando algunas personas se retiraron a sus hogares, y otros nos quedamos velando la noche, sinchando el tiempo…
Cada uno tuvo su propio momento para alejarse un instante del fogón, y buscar un lugar donde escuchar en su interior las voces del lugar, sus enseñanzas, consejos, visiones.
Cerca de las 6 de la mañana, cuando comenzaba a clarear, de pronto escuché a Juan hablar en Ingles… Pensé para mis adentros que debía estar imaginando aquella conversación, porque no me resultaba nada esperable escuchar aquel idioma… Pero no… Los minutos pasaron y debí convencerme: así que fui hasta el fogón, y -efectivamente- había llegado una pareja, si mal no recuerdo de Australia… Y se habían acercado para compartir la salida del Sol… Efectivamente, aunque ella hablaba castellano, él solo hablaba inglés y Juan había estado conversando con ellos. Nada es casualidad, y -al igual que en cada ceremonia y cada festejo- están los que tienen que estar, y me alegré de estar recibiendo compañía de tan lejos, que hayan decidido pasar a compartir aquellos momentos junto al grupo.
El regreso de Tata Inti
La salida del sol, fue más que especial… inicialmente tuvimos la sensación de que el Sol iba a salir más temprano que de costumbre… Mientras nos encaminábamos a realizar la corpachada, algúnos sentíamos que el sol podía salir en cualquier momento y nos apuramos un tanto para realizar el acenso a la plataforma oriental («la pirámide»).
Una vez allí, ocurrió lo mismo que todos los años… Pusimos toda nuestra fuerza e intención para «traer» de regreso al Tata Inty, el cual se hizo esperar… Interminables (y hermosos) momentos nos parecieron aquellos, y hubo que cinchar duramente… pero finalmente el Sol salio radiante y pleno para todos…
Fue una alegría muy grande ver a muchas personas acercarse, aunque sea al amanecer, para recibir el Sol, incluyendo a C., que tenía que levantarse bien temprano para ir a trabajar pero decidió regresar para compartir ese importante momento con todos.
Xuan Pablo Gonzales:
Las horas iban pasando, el amanecer se iba perfilando, y subimos a la Pirámide del Sol, a seguir tokando y tamboreando y musikeando porque había que seguir y no podíamos parar, esperando que el Corazón del Cielo volviera a brillar, después de la larga noche – esperando que el Corazón del Cielo volviera a latir con el Corazón de la Tierra.
Sus rayos atravesaban las montañas, sentíamos su calor, asomándose lenta lenta lentamente, hasta que lo vimos, lo recuerdo inmenso, recibido y recibiéndonos, regalándosenos y bañándonos de luz y calor y color y amor, sí, algo así dijimos después, en ese Inti Raymi amanecer que parecía un milagro de la Eternidad.
Omar Merodio:
Epilogo
* ¡cómo suelen ser las cosas…! muchas veces lo más mágico y misterioso es justamente lo más sencillo.
¡Cuán gigantesca fue nuestra sorpresa cuando, en el micro de regreso, Marcelo nos comentó que la Madre de C. estaba viva…!!!
No importa que mi mente hubiese regresado a su funcionamiento racional, y pensara que -obviamente- nosotros nada teníamos que ver con aquello. Lo importante era la alegría de saber que -por más imposible de concretar que pudiera haberme parecido aquél pedido de C. realizado en el Sinchi Wasi- en ese preciso instante, y de ahí en más, estabamos parados en un universo en el cual, sencillamente, la madre de C. nunca había partido de este mundo…
- a quienes donaron la ropa y los útiles que entregamos a la escuela nº 40 del Shinkal.
- a Marieta, quién tomó las fotos que ilustran esta nota!
- a Rosa, Manuel y toda su familia.
- al secretario de Cultura, Walter, y a todo su equipo
- a la radio FM Quimivil
- y a todos los que -de una u otra manera- estuvieron presentes allí, sinchando con nosotros.