El pueblo mapuche y la religión

(Fuente: Eugenio Aclaman / Azkintuwe).
(Enviado por Genaro Bautista)
La sociedad chilena sabe del carácter religioso del mapuche pero no tiene conciencia real de cuán importante es ésta en la vida diaria familiar y social, ya que en las sociedades urbanas es posible "vivir momentos" religiosos en forma independiente de los momentos laborales, deportivos, familiares, etcétera.
El mapuche ha basado durante miles de años su existencia en medio de la creación de Dios (naturaleza) y su adaptación a ella como parte integrante, y por ello que es inevitable y necesario que todo su quehacer doméstico y social lo realice comprometido con su creencia religiosa. El mapuche ha sido desde siempre un pueblo monoteísta, con una divinidad (ser espiritual superior) que ha creado a la naturaleza y dentro de ella al hombre mapuche dotados de alma (am) y espíritu (püllü). Cada elemento o ser de la naturaleza posee un dueño o protector (Ngen),
No adora, a la usanza de otros pueblos, a una imagen ni a persona (estatuas, ídolos, reyes, etc) ya que tiene una concepción muy espiritual. No requieren de imágenes que representen a la divinidad. El rewue (rehue) no es una imagen a adorar, sino que es una escala cósmica que permite que el o la machi en trance, gracias a la fuerza de toda su comunidad, pueda dejar su cuerpo en tierra (nagmapu) y traspasar con su espíritu la dimensión espacio-tiempo (wenu mapu) para encontrarse con los espíritus de los ancestros a quienes pide y recibe consejos para enfrentar determinada situación que preocupa a la comunidad.

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Por la semejanza de un espíritu superior y la falta de imágenes, fue fácil a los misioneros católicos y protestantes evangelizar (enseñar el evangelio de Cristo Jesús) al pueblo mapuche que aceptó una religión que parecía contener principios similares. No ocurrió así con los incas, cuya religión era completamente diferente a la mapuche. Podemos ver que quienes abrazan la fe católica, protestante y otras similares, son profundamente religiosos y cumplidores de sus preceptos. Todo en la vida mapuche responde a dogmas de fe y su actuar es de gran profundidad religiosa. No puede existir el mapuche genuino que pueda ser ateo (que no crea en Dios). Todo mapuche que mantiene su cultura es intrínsecamente (desde lo más íntimo, profundo de su ser) religioso.
Lamentablemente la aculturación forzada por el Estado Chileno desde su dominio del territorio mapuche (wallmapu), ha provocado, entre otros malos efectos, la aparición de personas carentes de la necesaria religiosidad, que se agrava cuando éstas tienen condiciones de líderez y pretenden conducir los destinos de hermanos y hermanas mapuche. Es por ello, que desde la "Pacificación" definitiva (1883) dichos dirigentes no han tenido la misma fuerza de los antiguos líderes que representaban a un pueblo unido por una sola e inquebrantable fe.
Profunda espiritualidad
Entendiendo la religiosidad profunda del mapuche se entiende actuaciones como el que antes de sacar agua de una vertiente la salude, le diga para que la necesita y que sólo sacará lo necesario. Esto porque dicha agua tiene una fuerza (espíritu) Así no se seca la vertiente porque forma parte de la vida de las personas. Lo mismo ocurre cuando se va al campo a extraer frutos o plantas medicinales o para comer. De esta manera no se rompe el equilibrio y la naturaleza mantiene lo necesario para que las personas vivan bien. Conocido es por todos la "tradición" (costumbre, doctrina transmitida de generación en generación) mapuche que antes de beber bota (devuelve) lo que sería el primer sorbo (trago) a la tierra junto con una oración mental de agradecimiento. La religión mapuche se basa en el permanente agradecimiento al creador, a las personas y espíritus (gen o espíritu dueño y protector) que nos dan algo.
Al iniciar el día el mapuche agradece a Dios (Ngnechen, el creador de los hombres), especialmente los ancianos y personas con dones especiales (machi, pewun, etc.) al romper el sol la oscuridad de la noche (alba). De esa religiosa actuación permanente es la razón porque el mapuche otorga tanta importancia al respeto y al agradecimiento. No existe un mapuche verdadero que no sea respetuoso, que exija respeto y que no sea agradecido. El mapuche da lo que puede y no espera agradecimiento.
La salud está relacionada con la religión; los deportes son competencias físicas con componentes religiosos (palín, donde las mujeres hacen fuerza mental mientras los hombres hacen la fuerza física); la guerra donde antes de la batalla las machi elevaban plegarias y pedían consejos a los antepasados guerreros para luego ser ellos (as) los que ordenaban el ataque; los funerales son ceremonias de gran religiosidad. En resumen, todo, absolutamente todo en la vida del mapuche es una continua oración y relación con el creador y los espíritus que acompañan a su creación.
Sólo un pueblo de profunda fe puede tener la resistencia moral y luego física para soportar cerca de 700 años en guerra permanente con periodos menores de paz defendiendo su territorio (cerca de 300 años del Imperio Inka hasta aproximadamente 1471; casi 300 años del Imperio Español -1536 a 1810- y finalmente casi 100 años de la República de Chile, 1810 a 1883); la guerra pone a prueba las máximas capacidades de un pueblo: capacidades de resistencia al dolor de perder a seres queridos, capacidad de soportar hambrunas; capacidad de adaptar su estructura social, etcétera.
Según lo reconoce el mismo Coronel Saavedra, conquistador de los territorios mapuche (Wallmapu), la forma de vencernos fue mediante la denigración moral y para ello, mediante engaños de celebraciones y acuerdos daba grandes cantidades de vino, financiados por el Gobierno de Chile. Rompiendo la disciplina religiosa se pudo vencer finalmente al pueblo indómito que sorprendió a la humanidad. Sólo gracias a quienes mantuvieron su espiritualidad -que en general, aún conservan los que son referentes sociales al interior de las reducciones (hoy llamadas "comunidades")- se ha mantenido vivo al pueblo mapuche.