(por Marcelo)
Me animo a escribirles para ilustrar con un par de comentarios y recuerdos algunas de las líneas escritas por Juancito en la sección de notas, específicamente en la parte 1 de Inti Raimy 2006 en el Shinkal.
En la mencionada nota Juan nos relata con lujo de detalles como fué que a través de los increíbles giros de la rueda del destino, Los Cinchis nos vimos casi, casi involuntariamente (decir que fué de casualidad sería muy ingenuo) envueltos en una mágica historia de llamados y encuentros que tuvieron como corolario el que se nos manifestara muy claramente la misión de llevar la responsabilidad de seguir celebrando el Inti raimy en la sagrada ciudad Inca sita en el pueblito de Londres, Catamarca. Me divirtió y emocionó mucho esa recapitulación que aparece en la nota, ya que el impacto y el asombro ante los hechos que se sucedieron permanecen siempre vivos en mi recuerdo.
Y para ilustrar un poquito el relato, quería referirme específicamente a la parte donde Juancito menciona aquella recorrida que efectuamos en grupo durante la primera vez que él nos presenta el lugar. Como se detalla en el relato, además de estar subyugados por la extraña belleza e intensidad que el lugar exuda, notábamos en cada vuelta del caminito que recorre las distintas dependencias de la antigua ciudad, huellas de actividad de un grupo de personas que indicaan claramente que allí habían estado andando otros caminantes con propósitos similares o análogos a los nuestros, dejando pequeños rastros de fogatas, ofrendas y procesiones.
Y como bien cita Juan, al instante mismo de iniciar por primera vez (en grupo) el ascenso a la "pirámide", recuerdo haber notado en el polvoriento suelo una profusión de huellas que nos precedían en el ascenso, lo cual desató en mi memoria el recuerdo de cierta palabra que había leído alguna vez en un libro de Vön Dániken ( a quién creo que muchos le debemos el no sólo haber despertado nuestras más atrevidas inquietudes y fantasías con sus osadas y alocadas teorías, sino también el habernos regalado un exquisito lenguaje coloquial en sus relatos, haciéndonos correr más de una vez al diccionario); en ese libro se hablaba de Jesús como un Epígono, definido éste como aquel que sigue los pasos de otros o de otro, no creando una doctrina sino continuándola.
Recuerdo, entonces, que en aquella ascensión ante la visión de aquellas huellas de pasos subiendo se me ocurrió disparar aquella frase de –¿ No seremos nosotros epígonos de alguien más?…
Como Juan lo relató, el tiempo se encargó de mostrarnos que aquel sentimiento derivó en una certeza de carácter ineluctable, al recaer en nosotros aquella misión de llevar a cabo el Inti Raimy tal como aquellos viejos que nos precedieron. Desde aquel tiempo hasta ahora, Los Cinchis hemos tratado de estar a la altura del desafío, poniendo de todos lo mejor posible para estar siempre allí, contra todas las vicisitudes, y cada vez más fuertes. Al lector ocasional de esta página se lo invita el año próximo a comprobarlo y a participar dell sueño con nosotros, el sueño que (aunque suene raro) ha despertado nuevamente a las almas del Shinkalanto así que estamos seguros que si mañana los derroteros de la vida nos llevaran lejos de estas tierras para estas fechas, habrán igual changos y warmicitas gustosos de ir a prender un fueguito por aquellos parajes, y pernoctar ese sueño cíclico de esperar al Tata Inti. La semilla ya prendió. Los viejos la sembraron y nosotros la germinamos y cuidamos, para que hoy sea una fiesta viva.
Para ilustrar estas líneas, les regalo una foto muy curiosa que trajimos de este último viaje. La foto original solo mostraba una gran mancha negra sobre un fondo aún más negro; luego al pasarla por un par de filtros reveló que se trataba nada menos que de la pared de la Kallanca, que proyecta sobre sus piedras cuatro sombras fastasmagóricas que pertenecían, si mal no recuerdo a Omar, Juan, El Testigo y yo. La quinta sombra es la entrada a la Kallanca.
Los nombres, sin embargo, son irrelevantes. Ahora sabemos que se trataba de Los Epígonos
Marcelo
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