(Enviado por AIPIN)
(Fuente: Marcela Cornejo D, Chirapac).
Recibir el preciado título de "maravilla" para nuestro Santuario resulta ambiguo: por un lado han habido votos sinceros de personas de todo el mundo que han visitado o sueñan con visitar el Santuario. Con o sin títulos es una obra maestra, pero sin falsas modestias, el reconocimiento sabe a consagración que causa regocijo. Por otro lado está el hecho de que se trata de un negocio producido gracias al boom de las telecomunicaciones; si el millonario suizo Bernard Weber lo hubiera hecho sin fines de lucro hubiera sido mejor.
Más allá de los discursos de rigor, las autoridades peruanas promueven el santuario como un producto de "desarrollo" económico; la consigna será sacarle el jugo a un bien monumental que se supone, hemos heredado todos/as los peruanos/as, no sólo los dueños del capital. Duplicar las visitas, encarecer los precios, invertir en cemento y teleféricos… es decir, hacer un "precioso" paquete para vender a quienes puedan pagar (algo similar le esperaría a Kuélap y Choquequirao… si los pobladores lo permiten). No hay una intención de promover desarrollo humano para adentro, para los descendientes directos de los autores de la obra.
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No se relaciona la grandeza del Santuario con los principales herederos: los pueblos rurales cercanos, indígenas y quechua hablantes, cuya "idílica" ruralidad complementa la estampa de viajes. Motivados, un grupo de estos pobladores acudieron el último día de votación a la capital imperial, pero no tenían idea de qué hacer con esos aparatos que estaban en las cabinas, pensaban que era como en las elecciones políticas. En el mapa de desarrollo humano del Perú, se vé un puntito luminoso sobre la ciudad del Cusco, rodeado interrumpidamente y sin atenuantes, del color sombrío de la pobreza. ".. De ahora en adelante la visita al santuario inca será más cara, habrá que someterse a horarios establecidos y esperar los cupos de entrada", dice la inefable Directora del INC Cecilia Bákula, que piensa que el caso de la Alhambra y Machu Picchu se pueden comparar, que las brechas sociales in crescendo en el Cusco son sólo un detallito. Esto no se democratiza, sino se elitiza y se puede volver inalcanzable para muchos/as.
Qué es desarrollo: no es sólo generar divisas a toda costa, es saber retenerlas, y reinvertirlas en proyectos integrales; en el caso del patrimonio cultural, es ir mucho más allá, es poner en valor, es difundir preservando, es comunicar y democratizar el acceso al bien cultural diferenciando cuándo se puede (y debe) cobrar y cuándo no, pero sobretodo, es asumir que se trata de una Misión que va más allá de la circunstancia política. El patrimonio cultural es la herencia más noble y preciada de una nación, es la que nutre nuestros corazones y nuestros espíritus para seguir adelante, no se reduce a un producto rentable y privatizable por gente apátrida (como plantea el proyecto de Ley promovido por Carlos Bruce), el patrimonio cultural es de todos y para todos y un buen comienzo es que los/as peruanos/as sepamos conocerlo y defenderlo.